No es la primera vez que el Real Madrid se pega un batacazo histórico en un derbi. En los últimos años, los blancos acostumbran a que humillaciones como la sucedida el pasado sábado en el Metropolitano se repitan cada temporada ante el FC Barcelona o el Atlético de Madrid. Se puede perder de muchas maneras, y más ante equipos de tal calibre, pero lo que no puede permitirse un equipo como el Real Madrid es, además de tres puntos, perder el orgullo.
Es probable que Xabi Alonso se equivocase en el planteamiento o en los cambios, que la presión alta desapareciese por arte de magia o que se cometiesen errores en la defensa de balones aéreos. Esto puede ocurrir, incluso en el fútbol de más alto nivel. Lo que no puede suceder es que los blancos, una temporada más, en un partido contra uno de sus máximos rivales, demostrasen una falta de actitud, garra y capacidad de sacrificio impropia del escudo que llevan en el pecho.
En el Metropolitano, ante un equipo que, junto a su afición, empuja desde el minuto uno, tocaba ser valiente. Y los merengues, en su conjunto, fueron cobardes.
La Champions como remedio
No hay mejor remedio que tu competición fetiche. Ni 24 horas después del batacazo, el Real Madrid ya volaba a Almatý para disputar el segundo partido de la fase de liga de la Champions. Ocho horas y 7.000 kilómetros después, los blancos llegaban a Kazajistán en busca de su orgullo. Recuperar sensaciones y reponerse de la derrota liguera, además de sumar los tres puntos, se ha convertido en un objetivo prioritario para los pupilos de Xabi.
Una victoria convincente en Champions y otra en Liga el próximo sábado ante el Villarreal, en el último partido antes del segundo parón internacional de la temporada, calmarían las aguas ante una afición cansada de, temporada tras temporada, someterse a humillaciones por parte de sus máximos rivales.