El trono es de Messi, aunque no es descabellado pensar que pase a manos de Benzema. Hace mucho tiempo que el francés oposita al Balón de Oro. Sus pies, y esta noche también su inspirada cabeza, hablaron por él sobre la cancha. No hay mejor escenario que la Champions y contra el campeón de Europa para presentar una candidatura que en Stamford Bridge sumó más votos a su favor. Benzema anestesió a un Chelsea irreconocible en Londres.
A la sombra de Cristiano Ronaldo durante años, aceptó con naturalidad la transición de actor secundario a protagonista. No le pesó la responsabilidad. Desde entonces no solo es más goleador, también es mejor futbolista. Sus tres tantos al Chelsea fueron otro mensaje a los más agnósticos: lo es todo para el Real Madrid, y competirá con su compatriota y quizá futuro compañero Mbappé por alzar el premio individual más prestigioso del planeta.
En Stamford Bridge se disfrazó de Santillana para acercar al cuadro madridista a las semifinales de la Champions. Sus dos primeros goles fueron de una calidad suprema. Solo un elegido hubiera rematado como hizo Karim el 0-1. Desde casi la frontal conectó con la testa a la escuadra para enfriar a un Chelsea que se quedó de piedra con el 0-2, también del ariete. Otra vez con la cabeza, definió con sutileza a la base del palo, a contrapié de Mendy. Un recital.
El tercero, más cómico que otra cosa, retrató a Mendy tras una pérdida casi irreparable. Benzema firmó la ejecución de un Chelsea que puede perder la corona de Europa la semana que viene. El francés hizo añicos al PSG y repitió exhibición en Londres. El Real Madrid tiene siete vidas. Ni siquiera el descalabro frente al Barça en el Santiago Bernabéu hizo que le entrara el tembleque. Benzema es un jugador extraordinario. Muchas veces infravalorado. El fútbol le debe un Balón de Oro.